Hace muchos años que mi marido que E. P. D.  y yo le conocíamos. Yo incluso antes que él, pues, cuando soltera, fui elegida Secretaria del Consejo de las Jóvenes de A. C. En aquellos años y debido a ese cargo tenía que escribir mandando normas y noticias a todos los párrocos de los pueblos de la Diócesis.

D. Nicolás fue encargado de la parroquia de un pueblecito –creo que de las Hurdes− y desde allí empezamos a enviarnos cartas sobre A. C., mandándole consignas, informes e instrucciones. Él tenía ganas de conocerme personalmente y yo también a él.

Cuando en una ocasión vino a Cáceres nos vimos por fin y desde entonces comenzó nuestra amistad, reforzada cuando él fue trasladado definitivamente a Cáceres.

D. Nico, como le llamábamos cariñosamente mi marido y yo, siempre fue nuestro amigo, nos saludaba cada vez que lo veíamos y se paraba a charlar con nosotros un ratito, pues siempre fue un sacerdote muy ocupado.

Recuerdo una Navidad en que, viniendo de viaje con el entonces Sr. Obispo D. Ciriaco, a las once de la noche con un viento y una lluvia fortísimos, se presentaron en nuestra casa para ver el Belén que los dos tenían ganas de conocer. Conducía el coche D. Nico por supuesto y allí estuvieron casi una hora admirando embelesados todos los detalles de nuestro Belén que con tanta ilusión poníamos todos los años.

Por cierto, ¿qué será de sus rosales ahora? ¿Habrán sobrevivido a las obras del Seminario? Pero eso ya no es lo suyo. Ahora le habrá preparado un hermoso jardín a Nuestra Madre del Cielo, delante de su trono de Reina.

Eulalia Escobero de la Osa.