En el mensaje del Papa Francisco para esta Cuaresma se nos dice que el sufrimiento del otro constituye una llamada a la conversión. Estamos convencidos que los jóvenes de nuestra Diócesis han experimentado un cambio en sus vidas, y lo que es más importante, en su corazón siguiendo la invitación de este tiempo (“Fortalezcan sus corazones”. St 5,8). Porque entrar en la Casa de la Misericordia y sentir el dolor del prójimo, ver el sufrimiento en la mirada del hermano… no puede dejar indiferente a nadie, cuando lo experimentas desde el corazón de Dios.

Estos días se han integrado como uno más en la casa de los Esclavos de Alcuéscar, han escuchado el testimonio de personas que han encontrado a Cristo a través de su sufrimiento con una enfermedad, el de un joven que es capaz de sentir a Dios en todos los ámbitos de su vida diaria, fortaleciendo su sí a Cristo en medio del mundo. Quizá quedaron impactados, conmovidos, pensativos… al escuchar atentamente sus palabras. Pero sin duda, no pudieron entenderlas y sentirlas hasta que el sábado por la noche no se postraron ante la presencia de Dios en la vigilia de adoración.

Los jóvenes se han acercado al Reino de Dios que el Padre Leocadio Galán fundó en la tierra con la Casa de Misericordia de Alcuéscar y los Esclavos de María y de los Pobres. No sólo han sido espectadores del sufrimiento humano, sino que han experimentado que siente el corazón de Cristo ante el llanto humano; por eso sabemos que los jóvenes, que son el presente de la iglesia, no viven indiferentes ante todo lo que les rodea. Sino que transformados a la luz de Cristo sienten deseos de seguirle y ayudar a los más necesitados, los que siempre han sido y serán los preferidos del Señor.

Gracias a todos los que hacen posible esta actividad pastoral y aquellos que invitaron a los jóvenes a participar, porque ellos sí tienen deseo de fortalecer su corazón.

Delegación de Infancia y Juventud