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Con palabras de agradecimiento comenzaba Francisco Cerro, obispo de Coria-Cáceres, la Eucaristía del dos de septiembre en la Catedral de Coria, dando gracias a Dios por haber llegado al octavo aniversario de su ordenación episcopal en este mismo lugar. En estos momentos de acción de gracias repetía la siguiente expresión: “Es de bien nacidos el ser agradecidos”.
A las palabras de los periodistas sobre este tiempo, su respuesta era de encontrarse feliz; repetía las palabras del salmo: “Mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;… acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre”. Esta es su felicidad, que supone paciencia, pero su fruto es delicioso; cuando no tenemos paciencia, nos sigue diciendo, estropeamos la obra de Dios.
La clave de estos ocho años de episcopado la centró en tres puntos: 1º Ser feliz, como ya hemos visto, y estar rodeado de buenos colaboradores; 2º el amor a la Iglesia; “así me lo han enseñado siempre, desde niño”. Como fruto de este amor, está el Sínodo Diocesano en el que estamos embarcados y se sentía contento por la mucha participación que se está dando, y 3º, amor a la evangelización y a los pobres. Culminó la homilía pidiendo la ayuda de la Virgen de Argeme, patrona de la Diócesis.
Recuerdo muy especial también para Don Honorio, en el cincuenta aniversario de su muerte y a Don Ovidio Paniagua García, sacerdote enfermo que en este día cumplía los noventa y nueve años de su nacimiento, evocando así a través de él a todos los sacerdotes diocesanos mayores y enfermos.
Don Francisco, mi deseo es, que lleguemos al siguiente aniversario y que siga estando al frente de esta parcela de la Iglesia con esa fuerza y ese ánimo y a todos nos sirva de ayuda en nuestra vida. ¡Que Dios le acompañe!
ROMÁN FERNANDEZ MARTÍN
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